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Llegó
la hora de la misa del 24 de diciembre.
Todos
estaban bonitos y hermosos. Muchos se habían bañado porque era día de fiesta.
Sería la fiesta del nacimiento del niño. Sería la Natividad del Señor. Y
ese día todos se ponen más bonitos. Ya lo son. Pero ese día hay que resaltarlo
con ropa nueva y caras alegres por el contagio que nos trae el niño de Belén.
También fue Luis.
Luis
había ido bien bañadito y afeitada su cara, y en el momento de comenzar a salir
para el altar, para la misa, le dijo al párroco, que mejor para mañana, que hoy
no. El señor cura párroco se sintió triste, pues su ocurrencia pastoral y su
éxito inmediato experimentaban un revés. La misa empezó, continuó y terminó
como de costumbre y como siempre. Luis esta vez, se sentó al lado del conjunto
de las misas de aguinaldo. Pero, ahora, no tocó las maracas. Simplemente
participó de la misa desde ese lugar, e, igual, comulgó cuando llegó el momento
de comulgar. Luis no tocó las maracas.
Al
día siguiente, el 25 de diciembre, que era domingo, Luis no fue a la misa. Por
consiguiente, no estuvo al lado del conjunto de aguinaldos, y tampoco subió al
altar, ni para darle la satisfacción en la vanidad al párroco, ni para
conversar con las imágenes como hacía siempre. Tampoco en los días siguientes.
Y, ahora, todos hablan del señor Luis, y nadie sabe dónde vive, y qué hace. Y,
todos están pendientes de saludarlo y de ir darle la mano en el saludo. Tal
vez, Luis, sólo quería lo que hacía, y no quería más. Tal vez, no quería sino
el último puesto en la fila de las sillas de donde se sentaba el conjunto de
aguinaldos.
Está
a punto de acabarse el año, y nadie ha vuelto a ver a Luis. Tal vez, el Corazón
de Jesús esta extrañando los jamaqueos y las columpiadas que le daba Luis,
porque, ¿qué será de la vida de Luis, que nadie lo ha vuelto a ver?
Tal
vez sucedió como en el libro de Og Mandino, de título El Milagro más grande del mundo, que al final, Simon Potter
desaparece para resaltar lo del milagro, para quedar en suspenso y en
inquietud, tanto literaria como de suspenso imaginativo, dando paso a la
interpretación.
Tal
vez, Luis, no quería más. Y no quería parecerse a nadie más que a sí mismo, aún
con sus zapatos sin lustrar…
FIN DEL CUENTO
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