jueves, 29 de diciembre de 2016

capitulo 8

8


            Llegó la hora de la misa del 24 de diciembre.
            Todos estaban bonitos y hermosos. Muchos se habían bañado porque era día de fiesta. Sería la fiesta del nacimiento del niño. Sería la Natividad del Señor. Y ese día todos se ponen más bonitos. Ya lo son. Pero ese día hay que resaltarlo con ropa nueva y caras alegres por el contagio que nos trae el niño de Belén. También fue Luis.
            Luis había ido bien bañadito y afeitada su cara, y en el momento de comenzar a salir para el altar, para la misa, le dijo al párroco, que mejor para mañana, que hoy no. El señor cura párroco se sintió triste, pues su ocurrencia pastoral y su éxito inmediato experimentaban un revés. La misa empezó, continuó y terminó como de costumbre y como siempre. Luis esta vez, se sentó al lado del conjunto de las misas de aguinaldo. Pero, ahora, no tocó las maracas. Simplemente participó de la misa desde ese lugar, e, igual, comulgó cuando llegó el momento de comulgar. Luis no tocó las maracas.
            Al día siguiente, el 25 de diciembre, que era domingo, Luis no fue a la misa. Por consiguiente, no estuvo al lado del conjunto de aguinaldos, y tampoco subió al altar, ni para darle la satisfacción en la vanidad al párroco, ni para conversar con las imágenes como hacía siempre. Tampoco en los días siguientes. Y, ahora, todos hablan del señor Luis, y nadie sabe dónde vive, y qué hace. Y, todos están pendientes de saludarlo y de ir darle la mano en el saludo. Tal vez, Luis, sólo quería lo que hacía, y no quería más. Tal vez, no quería sino el último puesto en la fila de las sillas de donde se sentaba el conjunto de aguinaldos.
            Está a punto de acabarse el año, y nadie ha vuelto a ver a Luis. Tal vez, el Corazón de Jesús esta extrañando los jamaqueos y las columpiadas que le daba Luis, porque, ¿qué será de la vida de Luis, que nadie lo ha vuelto a ver?
            Tal vez sucedió como en el libro de Og Mandino, de título El Milagro más grande del mundo, que al final, Simon Potter desaparece para resaltar lo del milagro, para quedar en suspenso y en inquietud, tanto literaria como de suspenso imaginativo, dando paso a la interpretación.

            Tal vez, Luis, no quería más. Y no quería parecerse a nadie más que a sí mismo, aún con sus zapatos sin lustrar…


FIN DEL CUENTO

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