jueves, 29 de diciembre de 2016

capitulo 4




Había llegado ya diciembre, el mes más niño del año, pues nos hace aflorar el niño que todos llevamos dentro. Mes que nos hace capaces de ponernos cursi, y todo ello está permitido. Algunos se colocan una bufanda y una gorra semejando los fríos de otros lugares lejanos, aún estando en geografías de calor intenso. Otros se ponen simpáticos y querendones. Y otros hasta van a la misa, bajo la alegría y el entusiasmo de “las misas de aguinaldo”. Tal vez, el sonido ronco del tambor nos aflora lo instintivo y la herencia africana que todos llevamos dentro, sobre todo, teniendo en cuenta, que todos en los inicios somos africanos, si nos mantenemos en la respetuosa e irrefutable idea de la evolución. Pues todos somos africanos de origen, con la diferencia de las demarcaciones y especificidades de las geografías a las que se haya ido cada grupo humano, llamados desde hace cierto tiempo etnias, y no razas humanas, ya que la raza es una y única. Y las diferencias son étnicas, según señalan los adelantos.
Comenzaban las misas de aguinaldo.
Los tiempos iban cambiando y los horarios de las misas y sus celebraciones también. Pues todo es un constante devenir, como dijera el filósofo antiguo. Y, aún cuando no lo dijera, pues es así. Todo cambia, y todo queda, como igual lo expresara el poeta. Ya lo de ayer, para ayer se queda, aunque se nos queda grabado en nuestros cargamentos genéticos, precisamente, para ir determinando y precisando en las células y en las leyes físicas y biológicas el constante cambiamiento en el proceso no acabado de una evolución indefinida e inacabada. No acaba nunca que nunca acabe. Y lo que acaba es que todo acaba de empezar. Eso es una línea y eso es una experiencia de constante apertura a lo nuevo, porque lo que pasó sigue pasando, para pasar que todo comienza en lo novedoso del diario. Sin embargo, algunos se nostalgian en aferrarse a la experiencia de ayer, cuando lo que cuenta es lo que vendrá y está viniendo a cada instante y momento. Eso mismo sucedía con los horarios de las misas de aguinaldo, pues los tiempos sociales eran distintos y las situaciones. Algunos hasta habían manifestado que cómo podría ser posible que fuera en la tarde, en vez de la madrugada, como en otros tiempos. De nada servía explicar y justificar. Simplemente se trataba de cambios, ya hasta en la carga genética que se acumula y se hace selectiva para escoger los mejores elementos, en esa línea de la eterna evolución, descarta lo que no ayuda y permite una mayor perfección perfectible del mismo cambio como tal. Decirlo o justificarlo era y es, simplemente, una absoluta pérdida de tiempo valioso, porque “nada nuevo hay bajo el sol”, como dijera la misma Biblia, en la grandeza de esa y única gran verdad existencial.
Las misas de aguinaldo en esa comunidad eran en el nuevo horario. El año anterior había sido el año anterior. El año que vendría, sería el año que vendría. Lo que contaba era el año que estaba, y como estaba, siendo como era. La inseguridad, la madrugada, y otros muchos elementos sui generis, hacían la diferencia, a pesar de los tiempos vividos, pero pasados.
Todo había comenzado como lo programado.
Luis venía.
El segundo día-tarde, Luis, le comentó al señor cura párroco que traería unas maracas para el conjunto de los que animaban las misas de aguinaldo.

-- Padre – dijo – voy a traer mañana unas marcas para el conjunto. Y se río como muchacho contento de saber que estaba haciendo una buena acción. Tal vez, como los scouts, que tienen que hacer su obra buena del día.

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