jueves, 29 de diciembre de 2016

capitulo 3



            Ya muchos se habían ido acostumbrando a la presencia de Luis en las pasillos y en los asientos de la Iglesia. Luis cantaba. Luis comulgaba la Sagrada Comunión. Algunos ya habían vencido la tentación de pedirle que se retirara. Contribuía a ello el hecho de que el señor cura párroco, no objetaba absolutamente nada; más, por el contrario, hacía de Luis un feligrés con todos los derechos de un fiel cristiano devoto, con la especial característica de subir al altar a su conversación con los santos de su exquisita amistad y predilección.

            Algunas veces, Luis, solamente entraba algunos minutos antes de la misa y hacía su rutina. Algunos se preocupaban, y en un principio, también el mismo señor cura párroco, cuando Luis se apoyaba en el paral que servía de soporte en la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, donde hacía su acostumbrada reverencia con el arrodillarse con las dos piernas. En ese momento, Luis, se apoyaba en el paral, y el paral se bamboleaba, dando la impresión de perder el equilibrio y llevar al suelo la imagen del Corazón de Jesús. Algunos muy preocupados habían ido a conversar con el señor cura párroco, porque la situación podría ser y traer graves consecuencias, ya que se caería y, tal vez, se haría añicos tan exquisita imagen del santo. Una señora, de las del numeral, la ciento-veintitrés, había ido en tono de preocupación y en actitud de ocupación a exponer su inquietud. Habría que o prohibir esa devoción a Luis; o, habría que colocar un paral más grueso y fuerte que resistiera el bamboleo del santo. Tal vez, la imagen del Corazón de Jesús, disfrutaría ese movimiento, pues sería una especie de jamaqueo, y en cierta manera, una traviesa diversión en aquella postura tan quieta y piadosa que tienen casi todos los santos en esos lugares y templos. El hecho es que el mismo cura párroco también se dejó preocupar, a pesar que sabía que la base que tenía el santo resistía esos y otros muchos jamaqueos, sin dejar de pensar que también, que muchas y muchos le desaprobarían su permisividad en ese ritual que no tenía nada de preocupante y si mucho de sagrado. Sin duda, que todo hubiera sido distinto, si fuera otro, y no Luis el que bamboleara al santo. No sucedía lo mismo con la imagen de la Virgen de Coromoto y la de San José que estaban en ambos lados del altar, en la parte superior, ya que se apoyaban en grandes mesas voluminosas, tanto o más, que las propias imágenes sobre las que se apoyaban. Y eran, más bien, grotescos sus soportes, y le quitaban encanto y embelezo y simpatía a las imágenes. Llegaban a parecerse, sin la más mínima exageración a una escultura de Fernando Botero, con la diferencia que se trataba de unas mesas, por demás, de gruesas y grotescas, sin el más mínimo sentido de estética y de arte. Muy por el contrario de las obras del escultor y pintor colombiano, que en su voluminosidad se descubre la belleza y llevan a la sorpresa del ingenio humano, y el asombro de lo bonito, bueno y hermoso. Pero, aquellas eran unas mesas, o mastodontes de mesas, y por más que se apoyaran en ellas, no habría ningún tipo de bamboleo ni de jamaqueo, como sucedía con el Corazón de Jesús. El cura párroco, en todo caso, estaba agradecido que no hubiese cedido la base y no hubiese necesidad de recoger los añicos de lo que pudiese quedar del santo, y sobre todo, no tener que lamentar que el cortejo de ellos y ellas en sus recriminaciones por no haber tomado precauciones. Luis tampoco era tan corpulento para derribar la base, a pesar de la bailadita que le daba al Corazón de Jesús. Y todo se confabulaba para que todo, igualmente, estuviera bien, así como dicen y expresan los cosmogónicos y los de ciertas tendencias pseudo metafísicas, en una desvirtualización de la realidad. Tal vez, por eso era que Luis hacía que el Corazón de Jesús, se diera una divertida, sin saberlo Luis, y disfrutándolo la imagen. Tal vez, sonreiría. No sucedía igual con las señoras que se sentaban en la parte delantera, que sufrían por tanto movimiento de la imagen y por la impertinencia de aquel señor que las distraía en sus devociones por de más de piadosas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario