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Al día
siguiente, todo igual.
También Luis
volvió a la misa. Pero, esta vez, antes de irse a participar como maraquero en
el conjunto, hizo su visita a las tres imágenes. Tal vez, el reconocimiento del
día anterior, le habrían recordado que había descuidado su rutina y su visita.
Tal vez, le estaría haciendo falta otra movidita al Sagrado Corazón en su
bamboleo acostumbrado. Las mesas de las otras dos imágenes, ciertamente, no se
moverían porque no tenían parales ni soportes que se movieran. Y, un detalle,
es que ya el coro estaba cantando la canción de entrada porque el párroco con
su comitiva litúrgica ya estaba saliendo hacia el altar para comenzar sus
servicios del día. Faltaba Luis que estaba justo arrodillado frente a la imagen
de la Virgen
de Coromoto. El párroco al pasar por un lado, le pidió a Luis, que para el día
siguiente que era 24 de diciembre, que si quería subir al altar para hacer de
monaguillo. Se lo dijo mientras Luis estaba arrodillado. Luis dijo que sí. Y el
párroco se contentó y se emocionó, pues le pareció que sería bonito que Luis
estuviera allí con él.
Todo se
realizó como de costumbre; es decir, todo bien, y como siempre. Nada de
resaltar, sino el que el párroco había encomendado la tarea a una persona de
hablar y preparar con Luis lo concerniente a su participación en el altar. Luis
había dicho que si…..La persona encargada de la encomienda también se contentó
y comentó que sería, realmente, bonito-bonito. Eso conllevaría que Luis se
bañara, se afeitara, y que se pusiera una mejor ropa, para parecer lo que ya
era, pero distinto y más presentable. Todo sería así.
Se cerraron
las puertas de la Iglesia
y se apagaron las luces. Todo había sido bonito. Un día más. Un día menos.
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